Hay veces en las que una visita a la biblioteca se convierte en un ejercicio de prudencia. Como siempre ocurre, las prisas no son buenas compañeras a la hora de buscar un libro. Para ello se necesita paciencia, la cautela suficiente para elegir adecuadamente, después de cribar entre tanta palabra, entre tanto título, hasta dar con el volumen ajustado a nuestras pretensiones. Si se va acompañado de amplias lecturas, la elección será mucho más fácil. Pero aun así, ni el más curtido de los lectores escapa al peligro de tomar un libro en vano: una fruta que, al tacto de nuestras manos, parecía madura, puede acabar resultando una sandía hueca o un melón avinagrado.
Ni siquiera un agricultor de Los Palacios se salva del camelo. Las solapas de los libros (o las reseñas por Internet) son mentirosas compulsivas. Y yo, que ni soy agricultor, ni he nacido en Los Palacios, tuve mi merecido premio la semana pasada, cuando aceleradamente pedí prestado un supuesto "ensayo" titulado Faceboom, del escrito argentino Juan Faerman. Más que ensayo, la obra se asemeja a un monólogo de 'El Club de la Comedia', por su continua tendencia a hacer la gracia forzada, a ironizar con cada asunto relatado. De hecho, creo haber leído (tarde, demasiado tarde) que el autor es guionista de televisión. Lo cual no supone ningún daño irremediable a la literatura. Ni el libro ni el firmante tienen culpa de nada. Tan sólo que no era lo que yo buscaba. Al parecer, sobre Facebook y redes sociales, dicen los entendidos, no hay estudios rigurosos todavía. Es un tren en marcha, que avanza cada día. Y teorizar sobre el tema es complicado. Eso me han comentado.
De todos modos, en Faceboom acabé encontrando alguna crítica impertinente y necesaria en torno a la manida Web 2.0, que terminó por divertirme. Por ejemplo: Faerman compara la masiva entrada de usuarios en Facebook con la actitud de una persona desorientada, que tras bajar del autobús no sabe por qué calle encaminarse. Lo más común en estos casos es seguir al colectivo más amplio de gente. Si muchos van por Sierpes, yo también iré por allí. Por algo será. De la misma forma, si muchos se han adherido a Facebook, yo también lo haré. Así, al menos, no me sentiré solo, viene a decir el escritor argentino. Y lo compara con un lema "publicitario" algo chusco: "Coma mierda. Millones de moscas no pueden estar equivocadas".
A lo largo de ciento y pocas páginas, Faerman se empeña en sacarle los colores a Facebook. Denuncia que es un engaño virtual que trastoca el significado de la palabra "amistad" (¿se puede tener cientos de amigos?); un engañabobos que hipnotiza y aparta de la realidad a millones de usuarios. O bien es un museo de egos, en el que cada cual expone su vida y desea ser mirado. También recuerda que la empresa fundada por Mark Zuckerberg negocia con la privacidad de los usuarios, ya sea con o sin el consentimiento de éstos. Facebook puede ser, en opinión de Faerman, un cuchillo de doble filo, que es casi mejor no usar por sus posibles daños.
Visto así, todo o casi todo en Internet puede acabar cortándonos. No estoy de acuerdo con esto. Es cierto que Facebook saca lo más frívolo del personaje que llevamos dentro y que da rienda suelta al "voyeurismo", al mirar sin ser descubierto. También reconozco la pérdida de tiempo que supone estar, aunque sean varios minutos, enganchado a un muro donde se suelta de todo, desde arengas políticas hasta zarandajas pseudoculturales. Como si de la pared del retrete público se tratara. Pero, por más que les pese a algunos, es un canal de expresión, abierto a todo el mundo. Los medios de comunicación tienen un frente abierto en Facebook y Twitter, e incluso el futuro de la Red pasa por este "invento". Muchos han empezado a utilizar ya el Facebook casi como un sistema operativo, sustituto de la pantalla de inicio de sus ordenadores, donde se cobijan todas las aplicaciones necesarias. Y otros tantos han visto en él una herramienta para estar informados y, sobre todo, mantenerse entretenidos.
Para mí, Facebook se ha convertido en una especie de programa de radio digital, a la carta, en el que voy "colgando" canciones para que sean compartidas con mis pocos amigos. Éstos, a su vez, enlazan con otros temas. Se comentan y se añaden otros. Y al cabo de varias sesiones, he podido recordar o descubrir un buen número de grupos que no estaban antes a mi alcance. De tal manera que si esto es un cuchillo de doble filo, bienvenido sea. Todo dependerá del uso que cada uno haga con el instrumento, que será arma blanca o herramienta útil, según los casos. Al final, como en la biblioteca o en la frutería, todo acaba siendo cuestión de prudencia.