sábado, 20 de marzo de 2010

A vueltas con la 'Ley de Internet'

Si han estado atentos a los medios, sabrán que ayer, 19 de marzo, el Gobierno aprobó el envío al Congreso del anteproyecto de Ley de Economía Sostenible, es decir, la renombrada 'Ley de Internet' o, para los más chuscos, 'Ley Sinde'. Aunque la iniciativa puede ser revisada e incluso rechazada, todo apunta a que discurrirá por su cauce parlamentario con normalidad. Avanza así un paso más esta ley que pretende, entre otras cosas, cerrar con un escaso margen de cuatro días aquellas páginas web que vulneren los derechos de autor. ¿Quiénes serán los encargados de actuar de oficio y de decidir que los espacios virtuales cometen un delito? Pues una serie de personas integradas en una comisión dependiente del Ministerio de Cultura. ¿Y quiénes formarán esa comisión? Pues personas "ilustradas" e "interesadas" capaces de determinar cuáles son los contenidos no autorizados. "Gestores" los llaman, con tono burocrático y eufemístico; cuando en realidad habría que decir que serán delegados de la SGAE, colocados ahí (presumiblemente con buenas asignaciones salariales) para vigilar como perros de presa cualquier movimiento en Internet.

Casi todo el mundo tiene claro que vulnerar los derechos de autor es un delito. Escritores, músicos o directores de cine no viven del aire, se entiende. Pero surgen muchas preguntas al respecto. ¿Realmente aumentaría el número de ventas de un disco si se eliminaran esas páginas web? ¿O iría más gente a las salas de cine? Las redes P2P han contribuido a enriquecer a una serie de personas que piratean con música o cine, por poner un par de ejemplos. Pero, a pesar de todas las acusaciones que puedan lanzarse, han contribuido a enriquecer el "tráfico cultural", por utilizar un eufemismo también de tono administrativo. Mucha gente que no tenía acceso a música de otros países o a un cine más independiente, que no aparece ni de lejos por las carteleras de nuestros cines, han encontrado en estas redes un tesoro. Un tesoro que, si se actúa con responsabilidad, aporta mucho más de lo que quita. Es decir, ¿alguien cree que a Víctor Manuel le llega la inspiración en forma divina? ¿O que Bisbal nunca se ha "bajado" un disco? Un Bisbal que, por cierto, se hizo famoso (y no músico, como algunos lo llaman) cantando temas de otros en un programa de karaoke.

Leo comentarios en Internet de personas indignadas por esta medida. Algunos jóvenes, que intentan sacarse un dinero interpretando su propia música en bares, tienen constancia de que a los dueños de los locales que les sirven de escenario la SGAE les cobra su respectivo canon. De antemano. Al parecer, unos 150 euros, sin que ni siquiera esos jóvenes toquen canciones registradas por otros músicos. ¿Qué beneficio pueden obtener esos chavales, que como mucho se quedan con los cuatro euros que les dejen en copas?

Otro caso leído: un aficionado a los seriales de radio encuentra por una red P2P un conjunto de programas de terror que emitía RNE hace décadas. Según su comentario, ni siquiera en el archivo de la emisora disponían de estos documentos sonoros (o no se los quisieron pasar) y los halla en Internet, gracias a otra persona aficionada a la radio. Si fuera un investigador, por ejemplo, una persona dedicada a estudiar la historia de la radio nos habríamos quedado sin esa aportación al no existir este método de transferencia de archivos. En otras palabras, habríamos cortado el eslabón de una cadena de conocimiento.

Me pregunto otra vez: ¿aumentarían los réditos de las cadenas de radio, de las productoras de cine o de los sellos discográficos? Quien ame la música o el cine, no va a dejar de "consumirlos". Perdón, quien ame la buena música y el buen cine. Porque, generalmente, quienes protestan son los menos indicados en este asunto. En mi caso, desde que tengo conexión a Internet, he comprado más discos que nunca. Primero, porque esas redes me han dado la posibilidad de conocer artistas que no hallaba por otros medios. Y segundo, porque simplemente me gusta tener el objeto, el disco o cd físico, y no una triste carpeta en el escritorio de mi ordenador.

martes, 16 de marzo de 2010

Linda Ronstadt, la rockera mariachi

A mediados de los años setenta era portada de Rolling Stone y Time, vendía millones de discos, ganaba toda clase de premios (obtuvo en total 11 Grammys) y se la relacionaba con hombres influyentes de la política y la cultura, entre ellos el gobernador de California Jerry Brown y el director de cine George Lucas. Linda Ronstadt era llamada, en esa afán de los apodos de las revistas musicales, la "Primera dama del Rock"; seudónimo que después llevarían tantas otras, con mayor o menor fortuna. Aunque, en este caso, algo de razón había en aquel sobrenombre. Hoy, sin embargo, treinta años después, la "gran reina de la música" es una completa desconocida (al menos, en España) y, esta vez, no por "una serie de catastróficas desdichas", ni por causas ajenas, sino por decisión propia. En la actualidad, aunque no haya abandonado los estudios de grabación y los escenarios, Ronstadt prefiere ser una buena ama de casa, cuidar de sus dos hijos y cantar sólo las canciones que le apetece cantar. Por ejemplo, rancheras.
Repasando rápidamente la biografía de Ronstadt, encuentro que nació en Tucson (Arizona) hace 63 años y que sus inicios en la música estuvieron ligados irremediablemente al folk. Es decir, al country del sur de los Estados Unidos, esa inagotable cantera que no pasa de moda, como no pasan de moda ninguna de las música enraizadas en la tierra. Perteneciente a una mestiza clase media, de ascendencia alemana y mexicana, Ronstadt logró sus primeros éxitos una vez que se abrió a otros géneros, al rock, al rythm and blues, al pop... Junto al productor Peter Asher vivió, a partir de 1974, su década dorada gracias a discos como When will I be loved, Heat wave o That´ll be the day. Algunos temas suyos ('It´so easy', 'You´re no good', 'Long long time') se convirtieron en himnos de la época, mientras contribuía a hacer más grandes las canciones de otros, como el impresionante 'The first cut is the deepest' de Cat Stevens. Linda Ronstadt fue una gran "versionadora" de clásicos, de las que adoptan una canción ajena con respeto y la convierten en una pieza tanto mejor que la original, como así hizo con temas de sus admirados Elvis Costello, Neil Young y Buddy Holly (genial su 'It doesn´t matter anymore').

Cansada de la música "comercial", del rock y el pop encorsetado, según he leído en unas declaraciones suyas, decidió a finales de los ochenta hacer un paréntesis en su carrera. Al parecer, Linda Ronstadt quiso regresar a su tierra de origen, donde podía reencontrarse con sus raíces familiares y musicales. Por eso, en homenaje a la familia de su padre y a las canciones que escuchaba siendo niña, empezó a interpretar boleros y rancheras mexicanas, a pesar de no ser bilingüe. No es muy común ver a una yanki, amante del country, cantar 'El sol que tú eres' con un mariachi, pero el mestizaje hace posible lo imposible. Como lo hace posible también Internet, que me ha facilitado, casi sin buscarlo, una historia maravillosa. Ya está en mi altar musical Linda Ronstadt, junto a una estampita de la Virgen de Guadalupe.

viernes, 5 de marzo de 2010

La primera vez

La última entrega de los premios Goya tuvo, al menos para mí, un momento estelar, emocionante como ningún otro. Mucho más vibrante, dónde va a parar, que la aparición de Pedro Almodóvar para cerrar la gala y llevarse él todo el protagonismo. El instante al que me refiero fue la entrega del galardón honorífico a Antonio Mercero. No porque ese director haya sido santo de mi devoción (odiaba 'Verano azul' y 'Farmacia de guardia'), sino por sus circunstancias personales. Mercero padece, al igual que miles de personas en todo el mundo, alzheimer. Verle hacer un esfuerzo para reconocer a gente que hasta hace poco tiempo eran compañeros habituales te pone un nudo en la garganta difícil de digerir. Más aún, cuando escuchas las palabras de sus hijos recogiendo el premio. Decían que, al menos, su padre tenía la satisfacción de vencer a la enfermedad viendo una y otra vez Cantando bajo la lluvia como si fuera la primera vez.
No consuelan demasiado esas palabras, pero son hermosas. La memoria es una facultad necesaria, vital. Sin embargo, a veces, muchas veces, entorpece al asombro, a la sorpresa, también necesaria. Cuando vi por primera vez Cantando bajo la lluvia me quedé literalmente con la boca abierta. Y lo mismo me pasó cuando conocí a la Maga. O cuando escuché una canción que decía "something in the way she moves, attracts me like no other lover". Ahora, si vuelvo a ver de nuevo esa película, si leo otra vez Rayuela, o si escucho por enésima vez a los Beatles, la sensación no es la misma, no es tan intensa. Aunque sean obras maestras y tengan resortes ocultos para erizarte la piel cuando menos lo esperas. Los sentidos están ya preparados y la memoria pone sus barreras, por suerte.
Por suerte, y no voy a caer en la nostalgia barata, queda mucho por descubrir: libros, canciones, películas, personas... Así que a leer, a escuchar música, a ir al cine y... a eso. Buen fin de semana.