Si han estado atentos a los medios, sabrán que ayer, 19 de marzo, el Gobierno aprobó el envío al Congreso del anteproyecto de Ley de Economía Sostenible, es decir, la renombrada 'Ley de Internet' o, para los más chuscos, 'Ley Sinde'. Aunque la iniciativa puede ser revisada e incluso rechazada, todo apunta a que discurrirá por su cauce parlamentario con normalidad. Avanza así un paso más esta ley que pretende, entre otras cosas, cerrar con un escaso margen de cuatro días aquellas páginas web que vulneren los derechos de autor. ¿Quiénes serán los encargados de actuar de oficio y de decidir que los espacios virtuales cometen un delito? Pues una serie de personas integradas en una comisión dependiente del Ministerio de Cultura. ¿Y quiénes formarán esa comisión? Pues personas "ilustradas" e "interesadas" capaces de determinar cuáles son los contenidos no autorizados. "Gestores" los llaman, con tono burocrático y eufemístico; cuando en realidad habría que decir que serán delegados de la SGAE, colocados ahí (presumiblemente con buenas asignaciones salariales) para vigilar como perros de presa cualquier movimiento en Internet.
Casi todo el mundo tiene claro que vulnerar los derechos de autor es un delito. Escritores, músicos o directores de cine no viven del aire, se entiende. Pero surgen muchas preguntas al respecto. ¿Realmente aumentaría el número de ventas de un disco si se eliminaran esas páginas web? ¿O iría más gente a las salas de cine? Las redes P2P han contribuido a enriquecer a una serie de personas que piratean con música o cine, por poner un par de ejemplos. Pero, a pesar de todas las acusaciones que puedan lanzarse, han contribuido a enriquecer el "tráfico cultural", por utilizar un eufemismo también de tono administrativo. Mucha gente que no tenía acceso a música de otros países o a un cine más independiente, que no aparece ni de lejos por las carteleras de nuestros cines, han encontrado en estas redes un tesoro. Un tesoro que, si se actúa con responsabilidad, aporta mucho más de lo que quita. Es decir, ¿alguien cree que a Víctor Manuel le llega la inspiración en forma divina? ¿O que Bisbal nunca se ha "bajado" un disco? Un Bisbal que, por cierto, se hizo famoso (y no músico, como algunos lo llaman) cantando temas de otros en un programa de karaoke.
Leo comentarios en Internet de personas indignadas por esta medida. Algunos jóvenes, que intentan sacarse un dinero interpretando su propia música en bares, tienen constancia de que a los dueños de los locales que les sirven de escenario la SGAE les cobra su respectivo canon. De antemano. Al parecer, unos 150 euros, sin que ni siquiera esos jóvenes toquen canciones registradas por otros músicos. ¿Qué beneficio pueden obtener esos chavales, que como mucho se quedan con los cuatro euros que les dejen en copas?
Otro caso leído: un aficionado a los seriales de radio encuentra por una red P2P un conjunto de programas de terror que emitía RNE hace décadas. Según su comentario, ni siquiera en el archivo de la emisora disponían de estos documentos sonoros (o no se los quisieron pasar) y los halla en Internet, gracias a otra persona aficionada a la radio. Si fuera un investigador, por ejemplo, una persona dedicada a estudiar la historia de la radio nos habríamos quedado sin esa aportación al no existir este método de transferencia de archivos. En otras palabras, habríamos cortado el eslabón de una cadena de conocimiento.
Me pregunto otra vez: ¿aumentarían los réditos de las cadenas de radio, de las productoras de cine o de los sellos discográficos? Quien ame la música o el cine, no va a dejar de "consumirlos". Perdón, quien ame la buena música y el buen cine. Porque, generalmente, quienes protestan son los menos indicados en este asunto. En mi caso, desde que tengo conexión a Internet, he comprado más discos que nunca. Primero, porque esas redes me han dado la posibilidad de conocer artistas que no hallaba por otros medios. Y segundo, porque simplemente me gusta tener el objeto, el disco o cd físico, y no una triste carpeta en el escritorio de mi ordenador.
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