viernes, 27 de noviembre de 2009

El baile fraudulento de Cristina Hoyos

Hace casi dos años, un amigo, al que conozco bien desde la infancia, presentó una solicitud para que le fuera concedida una beca de la Consejería de Innovación y Tecnología, organismo dependiente de la Junta de Andalucía. Las ayudas iban destinadas (agárrense con el nombre) a desarrollar proyectos en "Áreas de conocimiento deficitarias por necesidades docentes" en las universidades andaluzas. Con ellas, con las becas, la Administración reconocía el estado deficiente de la investigación en más de 150 departementos universitarios. Departamentos que comprendían, por poner un par de ejemplos, desde la Facultad de Psicología hasta la Facultad de Física Aplicada, en centros de Sevilla, Cádiz, Granada o Almería. Es decir, las becas intentaban respaldar la formación predoctoral en las nueve universidades públicas de Andalucía, con unas retribuciones prácticamente similares a las que establece, para estos casos, el Ministerio de Educación.
Evidentemente, esos incentivos, aunque eran de agradecer, resultaban limitados en número. Apenas eran concedidas una o dos becas por cada área deficitaria; lo que convertía el acceso a ellas en una carrera complicada, tanto por la alta competitividad de los solicitantes como por el lento proceso administrativo que ocasionó. Las resoluciones definitivas de las becas, según me informó mi colega, no se hiceron efectivas hasta trece meses después de que se formulara la convocatoria, con lo cual generaba el dasaliento de los doctorandos que necesitaban ese respaldo económico. Curioso fue, además, que tratándose de la Consejería de Innovación se alegaran frecuentes "fallos tecnológicos" para excusar la lentitud del proceso.
Finalmente, pasado todo ese tiempo, mi amigo comprobó que su nombre no aparecía en las listas de adjudicatarios. Quedó en reserva, a la espera eterna y nunca cumplida de que se abrieran nuevos plazos o, quizás, nuevas oportunidades. Poco después, la empresa para la que trabajaba, en unas condiciones ínfimas, cerró y quedó en el paro. Y aún sigue desempleado, intentando sacar su proyecto investigador adelante, sin ningún tipo de ayuda, y teniendo que asumir por sí solo viajes, material bibliográfico y cualquier tipo de gasto que imponen estos estudios (bastante costosos, por cierto). Como también lo tienen que asumir otros miles de estudiantes, que como él necesitarían ampliar sus estudios en universidades extranjeras, o bien necesitarían un respaldo económico para solventar una tesis doctoral que, a diferencia de lo que piensa mucha gente, no se trata de un simple trabajo de secundaria o de rellenar varias decenas de folios con ideas inútiles.
Lo doloroso de todo este asunto es que la Junta, o la Consejería antedicha, reconoce el déficit de la investigación universitaria (a la que suele recurrir en mítines y discursos políticos como baluarte de futuro y de progreso), pero limita los incentivos a los estudiantes, asignándoles con cuentagotas unas becas que se observan como un preciado líquido en medio del desierto. En cambio, esa Consejería de Innovación no tuvo reparos, en abril de 2006, para convertirse en fuente abundante y caudalosa que dio de beber a un proyecto desproporcionado, como fue el de la bailaora Cristina Hoyos y su Museo del Baile Flamenco en Sevilla. ¿Realmente era necesario ese centro y ese despilfarro económico? La pregunta es retórica.
La señora Hoyos obtuvo 537.000 euros de la Consejería de Innovación y Tecnología para desarrollar una iniciativa museística, al parecer, ejemplar; aunque de escaso alcance en Sevilla y en Andalucía, pues no ha tenido apenas repercusión pública desde su inauguración. Tanto es así que las visitas al Museo del Baile Flamenco no respondieron a las expectativas (algo tendría que ver el precio de la entrada, que ascendía a 10 euros) y la empresa se encontró con problemas financieros, a pesar de las desmesuradas ayudas de la Consejería, a las que habría que sumar la subvención de 100.000 euros anuales concedida, a partir de 2006, por la Delegación de Cultura del Ayuntamiento de Sevilla, según leo en el diario El Mundo (http://www.elmundo.es/elmundo/2009/11/26/andalucia_sevilla/1259239692.html). En total, casi 900.000 euros de ayudas oficiales (cerca de 150 millones de pesetas) para Cristina Hoyos y su museo, que se han ido por el desagüe. Dinero que se ha tirado a la basura porque, desde ayer mismo, la bailaora sevillana ha puesto en venta el edificio, situado en la calle Manuel Rojas Marcos, después de haber dilapidado todas las subvenciones. Lo ha hecho, con total descaro, a través de una página web de venta inmobiliaria y con un vídeo promocional en el que informa sobre las prestaciones de la casa, valorada en unos 6 millones de euros.
Los medios de comunicación no sólo locales sino también nacionales se han hecho eco del asunto, con el consecuente revuelo que este tipo de fraudes suele ocasionar. Porque, dicho a las claras, lo que ha cometido Cristina Hoyos con este tema del Museo ha sido un fraude público y notorio, con la connivencia de una Administración amiga, de unos políticos que dicen invertir en "cultura", cuando dicho centro no proponía otra cosa que amplificar la egolatría de la bailaora y tomar el flamenco, una vez más, como fetiche turístico, apto para el consumo. ¿Realmente era necesario ese Museo y ese despilfarro económico? ¿Realmente no necesitaban y siguen necesitando otros sectores, como la Universidad, ese apoyo tan decidido? La pregunta, vuelvo a decir, es retórica.

domingo, 22 de noviembre de 2009

Grandes portadas del rock: "El Patio" (Triana, 1975)

Entre mis discos de cabecera, aquéllos que escucho una y otra vez sin cansancio, están los de Triana, por obra y gracia del señor Mateos, que me abrió la puerta del patio del rock andaluz y las ventanas que desembocan a la Alameda, al Guadalquivir, a Cai, a Granada o a Medina Azahara. Y a un Zaguán en penumbra. Y a un sótano, un underground que dirían los hippies, donde todavía suenan clandestinamente los Smash. Pero, sobre todo, me abrió la puerta del patio, El Patio con mayúsculas, el disco que bien podría representar no sólo a un género musical, sino a toda una época y a toda una tierra, la Andalucía posfranquista, que despertaba (un poco) de la pesadilla de la dictadura.
Sobre El Patio y Triana se ha dicho ya casi todo, gracias al empeño de unos cuantos devotos que han logrado recuperar la obra del grupo que lideró Jesús de la Rosa, al tiempo que han intentado resucitar toda aquella corriente que se dio en llamar "rock andaluz". En los últimos años se han reeditado discos, se han celebrado homenajes y conferencias, se han escrito libros (como el de Luis Clemente), que con todo merecimiento han recordado uno de los movimientos más intensos de la música española reciente. Quizás, aquel estilo vino a ser la "movida" de los jóvenes andaluces, el reclamo periférico que, con guitarras eléctricas y guiños al flamenco, proclamó que "el Sur también existe".
Pues bien, de ese disco emblemático de Triana a uno le queda algo más que un simple recuerdo. De cada uno de sus temas vuelven a desprenderse nuevos sonidos, e incluso de su portada se descubren nuevos detalles, que antes pasaban inadvertidos. La imagen de la cubierta es obra de Máximo Moreno, pintor y fotógrafo sevillano, hermano del también pintor y cantautor Benito Moreno y de José Moreno 'Josele', el humorista que fuera cantante de Los Payos. Máximo entró en contacto con el grupo Triana desde sus inicios, gracias a su hermano José y a la amistad que le unía con el productor Gonzalo García-Pelayo (al que habría que dedicarle una biografía por su "azarosa" trayectoria en la música, en el cine y en los casinos de Las Vegas), y a él le fue encomendado el diseño del disco de debut de la banda, cuando eran unos desconocidos.
Al parecer, por lo que leo en el magnífico blog http://www.trianadiscografia.blogspot.com/, Máximo se alimentó del espíritu musical de Triana, acudió a sus ensayos y comprendió la propuesta sonora del grupo, su actitud renovadora. Hizo un trabajo de investigación al que hoy pocos artistas estarían dispuestos (instalados en sus estudios), callejeando por el barrio de Triana, entrando en sus casas de vecinos, fotografiando los rincones y los personajes... Como aquella Dolorcita que aparece retratada en la contraportada, con su luto permanente, con su delantal y su pelo blanco, avivando, junto a la silla de enea, el fuego de un potaje.
Ése fue el espíritu que Máximo Moreno quiso trasladar a la portada del primer disco de Triana: el del patio de una corrala, donde todo aparece en penumbra, grisáceo, quieto, inmutable desde hace décadas, quizás siglos, donde se agrietan las paredes, se tiende alguna ropa y dormita el perro con el eco del agua que gotea por el canalón. Pero ese Patio es también el lugar donde paradójicamente aparecen tres personajes extraños en el centro. Son los componentes de Triana (Tele, Eduardo y Jesús), que con sus melenas, sus instrumentos musicales y sus atuendos hippies desentonan con la escena sosegada y tradicional. Probablemente, ésos fueran los dos planos que quisiera destacar Máximo Moreno con esta pintura, y ése fuera también el contraste que quisiera proyectar Triana con su música, llena de modernidad, de psicodelia (de King Crimson, de Pink Floyd, de Hendrix...), pero igualmente plena de raíces, de sonidos cercanos al flamenco y de reclamos lejanos de alminar, como los que parecía exhalar Jesús de la Rosa.
Si bien Triana fue el símbolo musical de una época, quizás esta portada fuera la representación visual de la misma: la imagen de lo viejo y lo nuevo conviviendo. Lo viejo encarnado en la niebla, en las máscaras goyescas de la muerte que asoman por puertas y ventanas (una de ellas, la que aparece debajo, junto al crespón, es la figura del padre de Máximo, que había fallecido poco antes). Y lo nuevo perfilado en los tres jóvenes melenudos de Triana, que parecen sentirse cómodos en ese ambiente. Un lugar en apariencia pobre y lúgubre, pero en el que misteriosamente brotan algunas flores.

domingo, 15 de noviembre de 2009

La cantante Carla Bruni

Antes de convertirse en el florero más caro de Francia, Carla Bruni tuvo una trayectoria como modelo (conocida por todos) y otra más breve como cantante lánguida y susurrante, que apenas se conoce. Y si se conoce, de oídas, es para tacharla rápidamente de amateur, de simple aficionada que tuvo un capricho de niña pija al coger una guitarra. Lo que en cierto modo es verdad. La actual señora de Sarkozy comenzó oficialmente en el mundo de la música en el año 2000, cuando tenía 32 años, una edad que la jubilaba de las pasarelas y que la obligaba a buscarse nuevas empresas, ya fueran en el Elíseo o en la industria discográfica.
La afición de Carla Bruni por la música le viene de lejos, de un padre compositor, llamado Alberto Bruni Tedeschi, que estrenó óperas en París, Venecia o Bérgamo, y que inculcó en su hija cierta megalomanía por la música clásica y por el rock. Quizás más por esto último, vista la aventura que tuvo con Mick Jagger y que acabó con el matrimonio del líder de los Rolling con Jerry Hall, la mujer que más tiempo lo aguantó, unos veinte años. Justo por esas fechas en la que Carla se largaba con Jagger a una playa tailandesa, fue cuando despertó el deseo de la modelo de grabar canciones. Al parecer, tenía guardadas algunos papeles donde garabateaba letras. Carla se las mostró al pianista Julien Clerc, que vio el filón claro y compuso varios temas más para completar un álbum conjunto. Éste se tituló Si j´étais elle y tuvo una acogida más que aceptable, con 250.000 copias vendidas, según leo en la Wikipedia.
Comprobado el éxito del debut, Carla Bruni decidió volver a grabar poco después, pero ya en solitario. Con la ayuda de Louis Bertignac, la modelo publicó en 2002 Quelqu´un m´a dit, disco que alcanzó repercusión más allá de las fronteras francesas y que, incluso, recibió buenas críticas. La escasa voz de Bruni fue acompañada con acierto por una guitarra acústica, en unos temas que hacían homenaje a la chanson francesa. Todos ellos compuestos por Carla Bruni, a excepción de 'La noyée', de Serge Gainsbourg, y 'Le ciel dans une chambre', traducción gala de 'Il cielo in una stanza', de Gino Paoli, que popularizó Mina (sonroja oír la voz de ésta comparada con la versión lacia de Carla Bruni).
Quelqu´un m´a dit le aportó a Carla Bruni un nuevo prestigio profesional más allá de su aparición en revistas. En 2007 volvió a entrar en el estudio para grabar No promises, donde se atrevió a cantar en inglés los versos de Yeats, Auden, Emily Dickinson o Dorothy Parker; y en 2008, ya como primera dama de la República Francesa, lanzó Comme si de rien n´était, en el que versionó un tema de Bob Dylan e interpretó, de nuevo, sus propias canciones, dos de ellas coescritas con el polémico Michel Houellebecq.
Quizás por su pasado como maniquí, quizás por su presente como "florero" institucional, la trayectoria musical de Carla Bruni ha estado acompañada de un "divismo" exagerado. Dotes como intérprete le faltan, pero no el buen gusto a la hora de seleccionar su música. Se le oye poco, susurra como hacían aquellas actrices de Hollywood a las que les exigían cantar, con un timbre de voz apagado, con un hilo sonoro que está a punto de romperse... Y aun así, tiene su punto.

viernes, 6 de noviembre de 2009

Il Guardiano del Faro con versos de Cernuda

Il Guardiano del Faro es el seudónimo de un músico milanés nacido Federico Monti Arduini. Diplomado en piano en el Conservatorio Giuseppe Verdi, comenzó su carrera musical como compositor y productor de la casa discográfica Bluebell, empresa que destacó en el mercado italiano por su combinación de temas pop y baladas románticas, muy al uso en los años sesenta. Sólo con echar un vistazo rápido al catálogo de la Bluebell puede uno imaginarse el perfil empalagoso de los cantantes: Rocco Granata, Joe Damiano, Carmen Villani, Tony Dallara... Aunque había excepciones, como la de Mina, la gran Mina Mazzini, injustamente olvidada en España (acaso recordada por 'Parole, parole' y poco más), para la que Federico Monti compuso 'Ma ci pensi'.
Tras su paso por Bluebell, Federico Monti dio el gran salto de su carrera en 1972, cuando se convirtió en director de Dischi Ricordi, otra discográfica similar a la anterior, pero con mayor proyección internacional. Este sello se encargó de distribuir en Italia los discos de Island Records, la casa de origen jaimacano que lanzó la carrera de Cat Stevens, Bob Marley o U2. Posiblemente, este periodo, más abierto y en contacto con la música anglosajona, conduciría a Monti a otros terrenos en la composición. Fue entonces cuando adoptó el seudónimo de Il Guardiano del Faro, nombre bajo el que se ocultaba un artista con una doble sensiblidad tanto para la música clásica como para las últimas creaciones del rock y el pop. El resultado de esta doble inquietud se hizo patente en sus primeras grabaciones, en unos temas interpretados con moog y arreglos orquestales. Entre todos ellos, el más famoso fue 'Amore grande, amore libero' (1975), que hace apenas dos semanas me ha descubierto el gran Abeja, abriendo en mí un nuevo capítulo de megalomanía.
'Amore grande, amore libero', aunque pueda identificarse con el género romántico de los setenta, tiene un aire etéreo y nostálgico que sirve para acompañar cualquier instante. Cada uno que lo interprete y aplique a su gusto. En mi caso, cuando lo escuché por primera vez, lo asocié al nombre del autor, a la noche, al mar, al monólogo del farero que habla consigo mismo en las alturas y se reconcilia con su soledad como única y eterna compañera. Irremediablemente, me vinieron a la memoria unos versos de Cernuda, que bien podrían leerse con la música de Federico Monti de fondo...
"Cómo llenarte, soledad,
sino contigo misma.

De niño, entre las pobres guaridas de la tierra,
quieto en ángulo oscuro,
buscaba en ti, encendida guirnalda,
mis auroras futuras y furtivos nocturnos,
y en ti los vislumbraba,
naturales y exactos, también libres y fieles,
a semejanza mía,
a semejanza tuya, eterna soledad.

Me perdí luego por la tierra injusta
como quien busca amigos o ignorados amantes;
diverso con el mundo,
fui luz serena y anhelo desbocado,
y en la lluvia sombría o en el sol evidente
quería una verdad que a ti te traicionase,
olvidando en mi afán
cómo las alas fugitivas su propia nube crean.

Y al velarse a mis ojos
con nubes sobre nubes de otoño desbordado
la luz de aquellos días en ti misma entrevistos,
te negué por bien poco;
por menudos amores ni ciertos ni fingidos,
por quietas amistades de sillón y de gesto,
por un nombre de reducida cola en un mundo fantasma,
por los viejos placeres prohibidos,
como los permitidos nauseabundos,
útiles solamente para el elegante salón susurrado,
en bocas de mentira y palabras de hielo.

Por ti me encuentro ahora el eco de la antigua persona
que yo fui,
que yo mismo manché con aquellas juveniles traiciones;
por ti me encuentro ahora, constelados hallazgos,
limpios de otro deseo,
el sol, mi dios, la noche rumorosa,
la lluvia, intimidad de siempre,
el bosque y su alentar pagano,
el mar, el mar como su nombre hermoso;
y sobre todos ellos,
cuerpo oscuro y esbelto,
te encuentro a ti, tú, soledad tan mía,
y tú me das fuerza y debilidad
como el ave cansada los brazos de la piedra.
acodado al balcón miro insaciable el oleaje,
oigo sus oscuras imprecaciones,
contemplo sus blancas caricias;
y erguido desde cuna vigilante
soy en la noche un diamante que gira advirtiendo a los hombres.
Por quienes vivo, aun cuando no los vea;
y así, lejos de ellos,
ya olvidados sus nombres, los amo en muchedumbres,
roncas y violentas como el mar, mi morada,
pues ante la espera de una revolución ardiente
o rendidas y dóciles, como el mar sabe serlo
cuando toca la hora de reposo que su fuerza conquista.

Tú, verdad solitaria,
transparente pasión, mi soledad de siempre,
eres inmenso abrazo;
el sol, el mar,
la oscuridad, la estepa,
el hombre, su deseo,
la airada muchedumbre,

¿Qué son sino tú misma?
Por ti, mi soledad, los busqué un día;
En ti, mi soledad, los amo ahora".

(Luis Cernuda, Invocaciones, 1934-1935)

domingo, 1 de noviembre de 2009

Elton John-Billy Joel: el cara a cara se aplaza

Esta vez no es una campaña de márketing, ni una estrategia para crear mayor expectación. La gira conjunta que debían iniciar en pocos días Billy Joel y Elton John se aplaza por enfermedad de este último. Una gripe ha dejado hospitalizado al cantante inglés, quien no ha tenido más remedio que postergar los primeros conciertos con Joel, en lo que, sin duda, suponía una de las citas más esperadas de la música en 2009. El primer directo, que iba a tener lugar en Seattle el próximo miércoles (así como los del 7 y el 10 de noviembre), se suspende momentáneamente, a la espera de una pronta recuperación de Elton John. La edad parece no pasar ya en balde para el gran "rocket man", que, a sus 62 años, había planteado un calendario intenso de conciertos (más de 200) en solitario, con el tour 'Piano red', y en compañía de Billy Joel.
Hace varias semanas, Elton John pasaba por Barcelona y dejaba tras de sí un espectáculo emocionante, según cuentan los cronistas del evento (http://www.elmundo.es/elmundo/2009/10/21/cultura/1256085854.html). Hondo en sus temas clásicos, con una voz más llena de aristas, el británico se atrevió con 17 temas, algunos de ellos interpretados "a capella", como 'Don't let the sun go down on me' o 'Sorry seems to be the hardest word'. Canciones que son ya monumentos de la música popular de las últimas décadas.
Como admirador de ambos artistas, tanto de Elton John como de Billy Joel, tenía una cierta ilusión por esta gira, que esperemos llegue a realizarse en algún momento (ya hubo un primer aplazamiento en julio). Una ilusión lejana, claro está, porque no estaba entre mis planes desplazarme a Estados Unidos en las próximas semanas para asistir a algunos de sus conciertos. Pero, al menos, sí hacerme con la grabación de la gira. No es cualquier cosa escuchar las voces unidas de estos dos grandes. Como hicieron, "al alimón", Lorca y Neruda en 1933. Este tipo de coincidencias, y disculpen (algunos) la comparación, no ocurre todos los días.