miércoles, 11 de marzo de 2009

Grandes portadas del rock: “The Velvet Underground and Nico” (1967)

Probablemente haya demasiada leyenda en torno a esta portada. Si se observa con detenimiento, no encontraremos nada genial, ni pizca de Botticelli o de Rafael. No hay juegos de claroscuros, ni dominio de la línea o del color. Más bien parece (y lo es) una imagen fabricada en serie, una serigrafía dispuesta a repetirse hasta la saciedad, como una lata de Sopas Campbell o cualquier otro cartel publicitario. Si siguen mirándolo, perderán el tiempo. Es tan sólo un simple y ridículo plátano sobre un fondo blanco, a cuyo lado reza la frase: “Peel slowly and see”.
Pues bien, ese simple y ridículo plátano cambió la estética del rock en 1967 (año memorable, pues además del disco de la Velvet, apareció el Sargent Pepper´s de los Beatles). El “cuadro” supuso la primera colaboración de Andy Warhol con el mundo de la música y la construcción de uno de sus grandes iconos pop. El “álbum de la banana”, como se le conoce, transformó varios conceptos del rock, entre ellos la imagen establecida para la presentación de los grupos. Hasta entonces, la portada de un disco, ya fuera de un género u otro, solía mostrar una fotografía del cantante o los integrantes de una banda, su nombre y el título del trabajo. Era lo clásico, y lo que sigue imperando hoy por cuestiones comerciales. Tiene la lógica aplastante del mercado: si no reconocemos lo que nos venden, no hay negocio.
Sin embargo, en este disco de la Velvet la idea fue diferente. Entre los objetivos del grupo no se encontraba vender en masa –así quedó demostrado, con apenas 50.000 copias–, principalmente porque muy poco gente los conocía. Por aquellas fechas, la banda que lideraban Lou Reed y John Cale abanderaba el noise, una mezcla caótica de rock y punk, que terminaba por convertir sus directos en una sucesión de ruido y distorsión. A la Velvet sólo la conocían en círculos aislados o soterrados, que, a partir de entonces, empezarían a llamarse underground por todo el mundo. Incluso, en la encorsetada España franquista, donde surgieron casos excepcionales y minortarios, como los de la revista Ajoblanco en Barcelona o el grupo Smash en Sevilla.
El soterramiento de la Velvet duró hasta 1965, año en el que Andy Warhol se convirtió en una especie de mecenas del grupo y empezó a sacarlos a la luz, invitándolos a fiestas de alto postín, donde rulaban igualmente los abrigos de bisón y el ácido. Warhol incorporó a la alemana Nico a la banda y aportó algo en la grabación del álbum. Aunque no se sabe bien qué, pues Cale reveló hace unos años que el artista no ejerció de productor, como generalmente se ha admitido. Lo que sí es cierto y bien seguro es que firmaó aquel estúpido plátano, cuya piel (en la edición original) ocultaba una fruta de color sonrosado, muy humana y varonil. Por eso lo del “pélalo lentamente y mira”. Connotación sexual que volvió a repetir en la portada del Sticky fingers, de los Rolling, su otro gran icono del rock.
Poco después de la publicación de The Velvet Underground and Nico, Warhol se distanció del grupo. Nico, que había sido su apuesta personal, fue apartada y la relación con Reed y Cale se agrió. Más tarde, llegaría el intento de asesinato por parte de Valerie Solanas y su mitificación completa como figura del arte pop y de la sociedad americana más cool. Mantendría lazos con las estrellas de la música (sobre todo, con Jagger, al que serigrafió "a lo Marilyn"), pero no con la industria en sí. A excepción (¡madre mía!) de una portada que hizo para uno de los primeros discos de Miguel Bosé, Made in Spain, en los ochenta.
Guste o no, Warhol unió con el “álbum de la banana” los mundos de la música y el arte contemporáneo, que ahora vemos como un fenómeno natural.

domingo, 8 de marzo de 2009

El día de la mujer mundial

"No entendí si vas a ser libre o esclava, / no entendí si fui tu dueño o un borracho que pasaba, / soy grande pero tengo algo que aprender, / es el día mundial de la mujer". Lo cantaba Calamaro en Honestidad brutal (1999) y me viene al pelo para el blog y para lo que se cuece hoy en los medios. A ver: he despertado con la radio encendida (una vez más) y he oído a la directora del Instituto Andaluz de la Mujer, invitando a que sea visitada su sede, "la casa de todas las mujeres andaluzas"; he abierto el periódico y he leído historias de mujeres-heroínas que piden comprensión y respeto; he puesto la televisión y he visto la pantomima de los políticos subidos al estrado rodeados de mujeres, unos echándose flores por todo lo conseguido (¿?) y otros diciendo que no es suficiente (curioso lo de estos últimos, que miran para otro lado cuando se pronuncia la palabra "aborto").
Con este panorama y este bombardeo, parece que no tengo otra opción. Hoy hay que hablar del Día Internacional de la Mujer ("el día de la mujer mundial", en versión de Calamaro). Mañana, a otra cosa, según marque el calendario de la ONU. Ya me iré preparando los temas. En marzo, por ejemplo, tenemos, además del Día Internacional de la Mujer, el Día Internacional por la Eliminación de la Discriminación Racial, el Día Mundial del Agua y el Día Internacional para el Recuerdo de las Víctimas de la Esclavitud y la Trata Transatlántica de Esclavos. Haré el mismo ejercicio de cinismo que los medios y los partidos políticos: cogeré unas cuantas cifras, unos "casos reales" y expondré mis conclusiones, siempre comprometidas y reivindicativas.
Puestos a reclamar cosas que después no se cumplen, podrían denunciar también el machismo que existe en el mundo de la música y, sobre todo, en el rock. El cliché del tipo duro, que viste ropa de cuero negra, que escupe mientras canta y que utiliza el mástil de su guitarra eléctrica como la prolongación de su pene, aún se conserva. En el rock, las mujeres quedan relegadas a un segundo plano, forman parte del decorado, gritando en el público, como groupies o coristas. Si quieren un papel protagonista y tener éxito, deben adoptar patrones masculinos, a lo Patti Smith o a lo Janis Joplin. O bien, ser bellas y cándidas musas que inspiren a sus poetas-rockeros, tipo Nico con la Velvet o con Jim Morrison.
Las historias de Patti Smith, Joplin y Nico son bastante ejemplares. Puede que les dedique una entrada dentro de poco. O mejor espero hasta el año que viene, cuando se celebre otra vez "el día de la mujer mundial".

viernes, 6 de marzo de 2009

Cat Stevens es Yusuf Islam

Si oyen algunas de sus canciones, les resultarán familiares. Cat Stevens hizo auténticos himnos en los años sesenta y setenta: 'Lady D´Arbanville', 'Father and son', 'Moonshadows', 'Sad Lisa'... Era un cantautor hippie, pacifista, en contra de la guerra de Vietnam..., pero en la órbita del mercado, con tanto prestigio como Paul Simon o, si me apuran, Bob Dylan. Un cantautor que llegó a publicar su mejor disco, Tea for the tillerman (1970), en una edición de lujo, bañada en oro de 24 quilates, y que de la noche a la mañana desaparece de los escenarios y poco más se sabe de él. Un desconocimiento que se mantiene prácticamente hasta hoy. Todavía mucha gente, que es capaz de reconocer sus canciones y tararearlas, no se ha enterado de que Cat Stevens se llama Abu Muhammad o Yusuf Islam, nombre artístisco que utiliza para seguir cantándole a la paz desde hace tres décadas.
Quizás, el motivo por el que apenas sepamos de él sea ése. Convertirse al Islam y ser crítico con las formas de vida occidentales no son buenas noticias para la industria discográfica, dominada por ciertos sectores. Sin ir más lejos, Cat Stevens-Yusuf Islam ha sido vetado en varias ocasiones por Estados Unidos e Israel, donde se le ha impedido cantar, aun siendo invitado por Simón Peres (!). Fue el año pasado, antes de los bombardeos y la invasión de Gaza: Yusuf debía actuar junto a Mercedes Sosa y Andrea Bocceli, y le prohibieron la entrada en Jerusalén, con la excusa de que era musulmán y había financiado a Hamás.
Por lo que tengo entendido y leído, sobre la biografía de Yusuf se han vertido decenas de bulos, que, a fuerza de repetirse y expandirse por internet, han acabado por aceptarse como "verdades". En la página http://www.mountainoflight.co.uk/, el propio cantante tuvo que desmentir punto por punto las acusaciones; por ejemplo, que financiaba a Hamás, que se negaba a hablar con mujeres que no llevaran el velo islámico o que había apoyado la fatwa contra Salman Rushdie. Sobre esto último, especifica que, tras la aparición de los Versos satánicos, criticó el libro por considerarlo irrespetuoso con su religión, pero que nunca pidió que mataran al autor o que lo quemaran, como llegó a publicar un diario sensacionalista británico.
Al repasar la biografía de Cat Stevens, me he acordado de Al Green, con el que empecé este blog. En su entrada mencioné el caso de los músicos que habían cortado su trayectoria por la religión, como le ocurrió a Green con el pentecostalismo. De Stevens se podría decir lo mismo, puesto que después de su arrebato místico apenas se le ha oído. Pero no sería totalmente cierto. Hay una gran diferencia: Green se apartó de un tipo de música por voluntad propia, mientras que a Cat Stevens lo han desplazado y lo han vetado.

domingo, 1 de marzo de 2009

U2 se sube a la azotea

En la época del “revival”, cada guiño al pasado se convierte en una excelente oportunidad para hacer negocio. Imitar imágenes o sonidos que están en el imaginario popular suele ser sinónimo de beneficio. Esa lección la tiene bien aprendida la industria discográfica, que aprovecha cualquier gesto de sus grupos de masas para hacer caja. El caso más reciente y sonado ha sido el de U2, que el pasado viernes 27 presentó su último álbum, No line on the horizon, subido a la azotea de un edificio céntrico de Londres. La escena es bien reconocible y repetida, pero sigue generando dividendos. Sólo hay que comprobar la difusión que ha tenido la noticia en medios de todo el mundo. Según las crónicas, la banda australiana ofreció un miniconcierto (tres canciones del nuevo disco y las ya clásicas “A beautiful day” y “Vertigo”) para los viandantes londinenses, justo enfrente de la sede de la BBC (¡qué casualidad!). Llegaron a congregar a 5.000 espectadores, que, supuestamente, no esperaban el acontecimiento.
La idea de U2 no es original, claro está. Hace cuarenta años los Beatles decidieron hacer un directo sobre el edificio de su discográfica, Apple Records, en el número 3 de Saville Row. Aquella actuación improvisada se convirtió en la última presencia del grupo en público. Por aquellas fechas (30 de enero de 1969), los Beatles estaban ultimando la grabación de Let it be y veían de cerca el final de la banda. Como un gesto de “locura”, pero también de agradecimiento a su público, subieron al tejado de la “calle de los sastres” y tocaron durante 42 minutos cinco temas emblemáticos: ‘Get back’, ‘Don´t let me down’, ‘I´ve got a feeling’, ‘One after 909’ y ‘Dig a pony’. Orquestaron el directo con dos cámaras, que filmaron desde la azotea y en la calle el evento. Sólo hay que ver las reacciones de sorpresa de la gente y compararlo con lo que se vio ayer en Londres… No hay color: es la distancia que va entre el original y la copia. Después del memorable “concierto de la azotea” de los Beatles, han sido cientos los grupos que han imitado la escena. Se puede comprobar en incontables videoclips, con tomas desde helicópteros. Y se puede ver también en un capítulo de los Simpsons (genial homenaje), con el cuarteto de Homer despidiéndose desde el tejado del bar de Moe.
Ya ven: unos escriben la historia y otros se limitan a repetirla.