Probablemente haya demasiada leyenda en torno a esta portada. Si se observa con detenimiento, no encontraremos nada genial, ni pizca de Botticelli o de Rafael. No hay juegos de claroscuros, ni dominio de la línea o del color. Más bien parece (y lo es) una imagen fabricada en serie, una serigrafía dispuesta a repetirse hasta la saciedad, como una lata de Sopas Campbell o cualquier otro cartel publicitario. Si siguen mirándolo, perderán el tiempo. Es tan sólo un simple y ridículo plátano sobre un fondo blanco, a cuyo lado reza la frase: “Peel slowly and see”.
Pues bien, ese simple y ridículo plátano cambió la estética del rock en 1967 (año memorable, pues además del disco de la Velvet, apareció el Sargent Pepper´s de los Beatles). El “cuadro” supuso la primera colaboración de Andy Warhol con el mundo de la música y la construcción de uno de sus grandes iconos pop. El “álbum de la banana”, como se le conoce, transformó varios conceptos del rock, entre ellos la imagen establecida para la presentación de los grupos. Hasta entonces, la portada de un disco, ya fuera de un género u otro, solía mostrar una fotografía del cantante o los integrantes de una banda, su nombre y el título del trabajo. Era lo clásico, y lo que sigue imperando hoy por cuestiones comerciales. Tiene la lógica aplastante del mercado: si no reconocemos lo que nos venden, no hay negocio.
Sin embargo, en este disco de la Velvet la idea fue diferente. Entre los objetivos del grupo no se encontraba vender en masa –así quedó demostrado, con apenas 50.000 copias–, principalmente porque muy poco gente los conocía. Por aquellas fechas, la banda que lideraban Lou Reed y John Cale abanderaba el noise, una mezcla caótica de rock y punk, que terminaba por convertir sus directos en una sucesión de ruido y distorsión. A la Velvet sólo la conocían en círculos aislados o soterrados, que, a partir de entonces, empezarían a llamarse underground por todo el mundo. Incluso, en la encorsetada España franquista, donde surgieron casos excepcionales y minortarios, como los de la revista Ajoblanco en Barcelona o el grupo Smash en Sevilla.
El soterramiento de la Velvet duró hasta 1965, año en el que Andy Warhol se convirtió en una especie de mecenas del grupo y empezó a sacarlos a la luz, invitándolos a fiestas de alto postín, donde rulaban igualmente los abrigos de bisón y el ácido. Warhol incorporó a la alemana Nico a la banda y aportó algo en la grabación del álbum. Aunque no se sabe bien qué, pues Cale reveló hace unos años que el artista no ejerció de productor, como generalmente se ha admitido. Lo que sí es cierto y bien seguro es que firmaó aquel estúpido plátano, cuya piel (en la edición original) ocultaba una fruta de color sonrosado, muy humana y varonil. Por eso lo del “pélalo lentamente y mira”. Connotación sexual que volvió a repetir en la portada del Sticky fingers, de los Rolling, su otro gran icono del rock.
Poco después de la publicación de The Velvet Underground and Nico, Warhol se distanció del grupo. Nico, que había sido su apuesta personal, fue apartada y la relación con Reed y Cale se agrió. Más tarde, llegaría el intento de asesinato por parte de Valerie Solanas y su mitificación completa como figura del arte pop y de la sociedad americana más cool. Mantendría lazos con las estrellas de la música (sobre todo, con Jagger, al que serigrafió "a lo Marilyn"), pero no con la industria en sí. A excepción (¡madre mía!) de una portada que hizo para uno de los primeros discos de Miguel Bosé, Made in Spain, en los ochenta.
Guste o no, Warhol unió con el “álbum de la banana” los mundos de la música y el arte contemporáneo, que ahora vemos como un fenómeno natural.
Pues bien, ese simple y ridículo plátano cambió la estética del rock en 1967 (año memorable, pues además del disco de la Velvet, apareció el Sargent Pepper´s de los Beatles). El “cuadro” supuso la primera colaboración de Andy Warhol con el mundo de la música y la construcción de uno de sus grandes iconos pop. El “álbum de la banana”, como se le conoce, transformó varios conceptos del rock, entre ellos la imagen establecida para la presentación de los grupos. Hasta entonces, la portada de un disco, ya fuera de un género u otro, solía mostrar una fotografía del cantante o los integrantes de una banda, su nombre y el título del trabajo. Era lo clásico, y lo que sigue imperando hoy por cuestiones comerciales. Tiene la lógica aplastante del mercado: si no reconocemos lo que nos venden, no hay negocio.
Sin embargo, en este disco de la Velvet la idea fue diferente. Entre los objetivos del grupo no se encontraba vender en masa –así quedó demostrado, con apenas 50.000 copias–, principalmente porque muy poco gente los conocía. Por aquellas fechas, la banda que lideraban Lou Reed y John Cale abanderaba el noise, una mezcla caótica de rock y punk, que terminaba por convertir sus directos en una sucesión de ruido y distorsión. A la Velvet sólo la conocían en círculos aislados o soterrados, que, a partir de entonces, empezarían a llamarse underground por todo el mundo. Incluso, en la encorsetada España franquista, donde surgieron casos excepcionales y minortarios, como los de la revista Ajoblanco en Barcelona o el grupo Smash en Sevilla.
El soterramiento de la Velvet duró hasta 1965, año en el que Andy Warhol se convirtió en una especie de mecenas del grupo y empezó a sacarlos a la luz, invitándolos a fiestas de alto postín, donde rulaban igualmente los abrigos de bisón y el ácido. Warhol incorporó a la alemana Nico a la banda y aportó algo en la grabación del álbum. Aunque no se sabe bien qué, pues Cale reveló hace unos años que el artista no ejerció de productor, como generalmente se ha admitido. Lo que sí es cierto y bien seguro es que firmaó aquel estúpido plátano, cuya piel (en la edición original) ocultaba una fruta de color sonrosado, muy humana y varonil. Por eso lo del “pélalo lentamente y mira”. Connotación sexual que volvió a repetir en la portada del Sticky fingers, de los Rolling, su otro gran icono del rock.
Poco después de la publicación de The Velvet Underground and Nico, Warhol se distanció del grupo. Nico, que había sido su apuesta personal, fue apartada y la relación con Reed y Cale se agrió. Más tarde, llegaría el intento de asesinato por parte de Valerie Solanas y su mitificación completa como figura del arte pop y de la sociedad americana más cool. Mantendría lazos con las estrellas de la música (sobre todo, con Jagger, al que serigrafió "a lo Marilyn"), pero no con la industria en sí. A excepción (¡madre mía!) de una portada que hizo para uno de los primeros discos de Miguel Bosé, Made in Spain, en los ochenta.
Guste o no, Warhol unió con el “álbum de la banana” los mundos de la música y el arte contemporáneo, que ahora vemos como un fenómeno natural.
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