Entre mis discos de cabecera, aquéllos que escucho una y otra vez sin cansancio, están los de Triana, por obra y gracia del señor Mateos, que me abrió la puerta del patio del rock andaluz y las ventanas que desembocan a la Alameda, al Guadalquivir, a Cai, a Granada o a Medina Azahara. Y a un Zaguán en penumbra. Y a un sótano, un underground que dirían los hippies, donde todavía suenan clandestinamente los Smash. Pero, sobre todo, me abrió la puerta del patio, El Patio con mayúsculas, el disco que bien podría representar no sólo a un género musical, sino a toda una época y a toda una tierra, la Andalucía posfranquista, que despertaba (un poco) de la pesadilla de la dictadura.
Sobre El Patio y Triana se ha dicho ya casi todo, gracias al empeño de unos cuantos devotos que han logrado recuperar la obra del grupo que lideró Jesús de la Rosa, al tiempo que han intentado resucitar toda aquella corriente que se dio en llamar "rock andaluz". En los últimos años se han reeditado discos, se han celebrado homenajes y conferencias, se han escrito libros (como el de Luis Clemente), que con todo merecimiento han recordado uno de los movimientos más intensos de la música española reciente. Quizás, aquel estilo vino a ser la "movida" de los jóvenes andaluces, el reclamo periférico que, con guitarras eléctricas y guiños al flamenco, proclamó que "el Sur también existe".
Pues bien, de ese disco emblemático de Triana a uno le queda algo más que un simple recuerdo. De cada uno de sus temas vuelven a desprenderse nuevos sonidos, e incluso de su portada se descubren nuevos detalles, que antes pasaban inadvertidos. La imagen de la cubierta es obra de Máximo Moreno, pintor y fotógrafo sevillano, hermano del también pintor y cantautor Benito Moreno y de José Moreno 'Josele', el humorista que fuera cantante de Los Payos. Máximo entró en contacto con el grupo Triana desde sus inicios, gracias a su hermano José y a la amistad que le unía con el productor Gonzalo García-Pelayo (al que habría que dedicarle una biografía por su "azarosa" trayectoria en la música, en el cine y en los casinos de Las Vegas), y a él le fue encomendado el diseño del disco de debut de la banda, cuando eran unos desconocidos.
Al parecer, por lo que leo en el magnífico blog http://www.trianadiscografia.blogspot.com/, Máximo se alimentó del espíritu musical de Triana, acudió a sus ensayos y comprendió la propuesta sonora del grupo, su actitud renovadora. Hizo un trabajo de investigación al que hoy pocos artistas estarían dispuestos (instalados en sus estudios), callejeando por el barrio de Triana, entrando en sus casas de vecinos, fotografiando los rincones y los personajes... Como aquella Dolorcita que aparece retratada en la contraportada, con su luto permanente, con su delantal y su pelo blanco, avivando, junto a la silla de enea, el fuego de un potaje.
Ése fue el espíritu que Máximo Moreno quiso trasladar a la portada del primer disco de Triana: el del patio de una corrala, donde todo aparece en penumbra, grisáceo, quieto, inmutable desde hace décadas, quizás siglos, donde se agrietan las paredes, se tiende alguna ropa y dormita el perro con el eco del agua que gotea por el canalón. Pero ese Patio es también el lugar donde paradójicamente aparecen tres personajes extraños en el centro. Son los componentes de Triana (Tele, Eduardo y Jesús), que con sus melenas, sus instrumentos musicales y sus atuendos hippies desentonan con la escena sosegada y tradicional. Probablemente, ésos fueran los dos planos que quisiera destacar Máximo Moreno con esta pintura, y ése fuera también el contraste que quisiera proyectar Triana con su música, llena de modernidad, de psicodelia (de King Crimson, de Pink Floyd, de Hendrix...), pero igualmente plena de raíces, de sonidos cercanos al flamenco y de reclamos lejanos de alminar, como los que parecía exhalar Jesús de la Rosa.
Si bien Triana fue el símbolo musical de una época, quizás esta portada fuera la representación visual de la misma: la imagen de lo viejo y lo nuevo conviviendo. Lo viejo encarnado en la niebla, en las máscaras goyescas de la muerte que asoman por puertas y ventanas (una de ellas, la que aparece debajo, junto al crespón, es la figura del padre de Máximo, que había fallecido poco antes). Y lo nuevo perfilado en los tres jóvenes melenudos de Triana, que parecen sentirse cómodos en ese ambiente. Un lugar en apariencia pobre y lúgubre, pero en el que misteriosamente brotan algunas flores.
ya podeis disfrutar de la obra del maestro que plasmo lo gráfico de esta epoca.
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