jueves, 20 de agosto de 2009

Johansen para el verano

Como si se tratara de una aventura "robinsoniana", me propuse elegir tres libros y tres discos para disfrutar de este verano largo, plácido y caluroso. Ya sé que el recurso de la isla desierta está bastante manido y que nada tiene que ver con estas vacaciones de chiringo y conexión a Internet. Pero a uno le gusta imaginarse de vez en cuando una situación inverosímil, que le aporte algo de emoción a la vida. Pensarse en una playa deshabitada, sin sombrillas ni personajes que escuchan marchas de Semana Santa a tu lado, en pleno agosto, no creo que sea ningún delito. Tampoco es lo contrario (y me perdonen los fieles a la música sacra y el chaval que tengo sentado a mi lado). Sin embargo, la querencia por la ficción a veces le gana el pulso a la realidad, y desea un servidor ser protagonista de la novela de Defoe o de cualquier otra; a pesar de que esta ficción del día a día también tenga suficientes elementos azarosos, mágicos y sorprendentes. Y vuelvo a los tres adjetivos tan usados por Azorín, para retomar el hilo de lo que empezaba a escribir.
Decía que he elegido tres libros y tres discos para pasar el verano. Los libros: Balada de Caín, de Manuel Vicent; Mortal y rosa, de Francisco Umbral; y Luz de agosto, de William Faulkner. Los discos: sendos recopilatorios de Queen y Supertramp, y el City Zen, de Kevin Johansen. La selección no ha podido ser más arbitraria y más incoherente. De eso se trataba: de saltar de una historia a otra, de una melodía a otra, sin orden ni concierto. De las novelas, tengo apenas unas páginas por descubrir de Mortal y rosa, que, con toda seguridad, revisitaré y subrayaré, hasta convertirlas en compañeras permanentes, y no sólo en una "aventura" de verano. Mientras que los discos, ya conocidos y revisitados todos ellos decenas de veces, sé que seguirán acompañándome, aunque desconozco los formatos sonoros que nos reserva el futuro y Microsoft. Sobre todo, sé que mantendré muy cerca el City Zen de Johansen, y espero que otros trabajos nuevos.
Me imagino que entre todos los nombres citados, el menos conocido sea precisamente el de este último. Reconozco que he martirizado a más de un amigo al intentar introducirlo en la secta “Johansen” y que apenas he conseguido adeptos. Principalmente porque sus discos aún son difíciles de conseguir en España. Un paseo por la Fnac es tarea inútil en este sentido. Y así por otras muchas tiendas de discos (cada vez más escasas). Por eso, les vuelvo a proponer que utilicen Internet, con cautela y permiso de la señora ministra de Cultura. En mi caso, no tuve que dirigirme a ninguna página de descarga para descubrirlo ni a ninguna reseña publicada en la prensa. Conocí a Kevin Johansen, casualmente, hace menos de dos años, en un concierto celebrado en el Teatro Central de Sevilla, el 30 de diciembre de 2007. Digo lo de “casualmente” porque a quien iba a ver era a Jorge Drexler, que encabezaba el cartel de un espectáculo original. Se trataba de un directo a cuatro voces: Drexler (presentando Doce segundos de oscuridad), Paulinho Moska, Kiko Veneno y Johansen. De los tres primeros tenía referencias, pero no del último. Y al final, como suele ocurrir en muchas ocasiones, el más desconocido acabó ganando la partida.
Kevin Johansen no es un cantautor al uso, por más que se haya repetido esta frase cientos de veces para otros músicos. No lo es desde su propio nacimiento. Vino al mundo en Fairbanks (Alaska) y desde los doce años reside en Buenos Aires, aunque con “exilios” voluntarios por todo el mundo, que lo hacen un auténtico cosmopolita. Entre esos “exilios”, el más importante fue una etapa en el norte de Estados Unidos, donde buscó sus huellas familiares, rastreó nuevos sonidos y se convirtió en un perfecto bilingüe, si es que ya no lo era. Los cinco discos publicados por Johansen hasta la fecha son un resumen de toda esa experiencia, un mestizaje de géneros (pop, cumbia, milonga…) y de letras geniales, que, vuelvo a repetirlo, lo hacen diferente. Entre sus álbumes, tengo dos guardados con especial cariño: el ya citado City Zen y Sur o no sur, que, por cierto, estuvo nominado para tres Grammys sin que apenas se hicieran eco de ello los medios de comunicación españoles. Dicen de él que tiene una voz a lo Barry White, pero a mí me recuerda más a un Leonard Cohen de la Pampa. Es cierto que domina los graves, pero no con intenciones tan melódicas ni tan melosas. Trabaja las letras (los versos, estaría mejor decir), cultiva la ironía y destroza las frecuentes escenas románticas con guiños canallas, como en ‘Desde que te perdí’, quizás su tema más popular.
No sé si les habré convencido esta vez. La verdad es que Kevin Johansen tiene muchos más motivos para ser escuchado que los que yo pueda resumir aquí en pocas líneas. Para una isla desierta con wifi no está mal. Lo recomiendo.

2 comentarios:

  1. No tenía ni idea de este Johansen, pero siempre me gusta descubrir cosas nuevas. Gracias. Ya he visto tu adhesión antitaurina, jajaja... Ojalá haya muchas más. De los libros que citas, tengo conocimiento de los dos españoles, que son muy recomendables. El de Umbral es de 1975, creo. Un homenaje a su hijo muerto con un título sacado del, para mi gusto, mejor libro de amor en versos escrito jamás: La voz a ti debida, de Pedro Salinas, el más viejo de los del 27. "...A esta corporeidad mortal y rosa donde el amor inventa su infinito", dice el ese último verso magistral. El de Vicent, el más célebre antitaurino del periodismo español, dicho sea de paso, me lo leí hará tres o cuatro años, en la biblioteca de mi pueblo. Luego supe había incluso una adaptación cinematográfica. Ya cuando lo leía me recordó a una película de Buñuel, "Simón del desierto" (no sé si la habrás visto), sobre todo por su surrealista y cani final, con Simón en una discoteca siendo objeto de todos los pecados postmodernos. Digo que me recordó porque este Caín de Vicent es un Caín también postmoderno que vaga por la modernidad perseguido por la culpa. Lo mejor del libro es su prosa, tan suave y tan poética, ya verás, si no lo has leído aún. Del Faulkner no sé nada porque no lo he leído, así que espero tu crítica. Ahora estoy casi terminando Moby Dick, un clásico ya de Melville al que llevaba años queriendo hincar el diente. Ahora estoy arrepentido de no haberlo hecho antes. Es una obra grandiosa, rara y sorprendentemente de 1851.
    Un abrazo, y que sigas disfrutando en tu isla desierta, chaval.
    Daré noticias de Jaime en su momento.

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  2. 'Balada de Caín' y 'Mortal y rosa' se asemejan en el estilo, en la prosa poética que utilizan los dos autores, aunque con intenciones y temáticas bien diferentes. No tenía ni idea de que existía una versión en cine de la obra de Vicent, y sobre 'Simón del desierto' he leído cosas, pero nunca la he visto. Me apunto las dos para verlas.
    Por cierto, en 'Mortal y rosa' hay algunas "reflexiones líricas" sobre el articulismo que quizás te sirvan para tu tesis. Aunque, ahora que me acuerdo, ya la tienes impresa... Bueno, da igual, lo mismo te pueden ayudar para profundizar todavía más en el tema y publicar algún artículo. Me ha sorprendido gratamente este "Umbral poético", capaz de saltar de reflexión en reflexión, sin que nada choque ni resulte incoherente. Y me ha maravillado su esfuerzo por hacer lo más transparente posible su escritura, al modo de Juan Ramón, por encontrar la palabra limpia en cada momento, por desmarcarse de los géneros (el libro no termina de ser un diario, ni una novela) y por sincerarse y abrirse con tanta franqueza ante un asunto tan trágico.
    Cuando acabe el libro de Faulkner, una antología de Ángel González y la biografía que García Montero le ha dedicado precisamente a este último, quizás empiece 'Moby Dick'. También llevo tiempo buscándole un hueco entre mis lecturas... Recuerdo que con 13 ó 14 años lo cogí de la estantería (tengo una edición de Planeta amarillísima) y me quedé en "Llamadme Ismael". Me asustó.
    Totalmente de acuerdo en lo de Salinas.
    Nos vemos pronto.

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