martes, 11 de agosto de 2009

Una serie de catastróficas desdichas: Sam Cooke

El verano es época propicia para el menudeo de artículos periodísticos relajados, acordes con la ociosidad de buena parte de los lectores, que desean alejarse de temas políticos, económicos, etcétera. Afloran, por tanto, las firmas de los colaboradores menos frecuentes en la prensa generalista, sobre todo, la de los críticos musicales, que encuentran en las revistas estivales un lugar idóneo para rememorar biografías, discos o anécdotas de diverso tipo. No resulta casual que tanto El País como El Mundo, diarios que con mayor frecuencia suelo hojear, anuncien en portada los textos de periodistas como Diego A. Manrique o Julián Ruiz, popes musicales de los periódicos antes citados.
La coincidencia en la presentación de estos artículos es tal que, hace un par de días, Julián Ruiz publicaba una reseña sobre Sam Cooke, sobre su misteriosa muerte, similar a la que Manrique había tratado apenas una semana antes. Viendo estos trajines periodísticos, uno sospecha que los espías no se hallan únicamente en los cenáculos políticos, tan de actualidad ahora, sino también en las esferas editoriales. La coincidencia es cuanto menos curiosa. En primer lugar, porque se puede adivinar cierto celo profesional entre ambos críticos, deseosos, tanto uno como otro, de corregir o enmendar sus respectivos conocimientos. Y en segundo lugar, porque no había un motivo o un "gancho" periodístico fuerte para sacar a la palestra la tragedia de Cooke. Es decir, no se cumplía ninguna efeméride del cantante, que es el argumento más aprovechado por los plumillas para rellenar página. Tan sólo el cincuenta aniversario de la publicación del primer disco de Cooke... Una excusa, creo yo, bastante peregrina.
Aparte de los posibles piques periodísticos entre Ruiz y Manrique, lo que me interesó del asunto fue el distinto enfoque que se le sigue otorgando a la muerte de Sam Cooke, ese genio de la música soul, que anticipó modelos interpretativos en el género y que revolucionó el modelo empresarial existente en la música hasta entonces. Cooke fue uno de los primeros productores musicales negros de éxito. Algo que consiguió a base de tesón y de un olfato excepcional para el negocio, para descubrir nuevas voces. A finales de los años cincuenta, la "presencia negra" en la música se remitía exclusivamente a los márgenes artísticos de la canción, es decir, a la interpretación o a la composición de los temas, pero no a su comercio. Ése era un terreno vedado para los productores de la "raza dominante". Se trataba, en definitiva, de una exclusión más que debían soportar los negros de Estados Unidos, y que Cooke consiguió erosionar. Su estela fue seguida por otros empresarios destacados, entre ellos, el más sonado, Berry Gordy, director del sello Motown.
Precisamente, ese éxito en el mercado musical sigue siendo una de las principales sospechas que rodean el asesinato de Cooke. El autor de 'Wonderful world' falleció en 1964 cuando se encontraba en la cima de popularidad, justo después de desprenderse de su manager, Bobby Womack, quien, a la postre, contraería matrimonio con la mujer del cantante. Según Julián Ruiz, una de las sospechas de la muerte apuntaría a esa dirección, a una especie de conspiración sentimental y empresarial tramada, quizás, entre ambos. La noche que murió Cooke, éste se había alojado en un motel con Lisa Boyer, una dudosa aspirante a estrella de la música, que le llevaría a un callejón sin salida. Lisa abandonaría a Cooke antes de consumar el "acto", huyendo por la ventana y denunciando a la policía un intento de violación. Enervado, Cooke buscaría a su amante por la pensión y tendría una discusión con la propietaria, quien, según las investigaciones policiales, le dispararía en defensa propia hasta causarle la muerte. La dueña del motel sería exculpada más tarde en un juicio rápido, casi sumario, y, según relata Ruiz, pasaría a convertirse en una heroína.
El asesinato de Cooke está cubierto por aguas turbias, que, probablemente, escondan una trama más intrincada aún. Tras la muerte, las pesquisas que alentaron los familiares del artista (a excepción de su mujer) destaparon un caso digno de "novela negra". Al parecer, el cadáver de Cooke estaría plagado de magulladuras, signos evidentes de una paliza que, raramente, podría haber propinado la dueña del motel. Sin duda, la literatura y el cine podrían cebarse con el asunto, como casi siempre ocurre con estos personajes, en los que se reúnen la genialidad, la desdicha y, para mayor morbo, el misterio de un asesinato. El caso de Cooke está resuelto a efectos judiciales, pero ni mucho menos ha finalizado en el imaginario musical. Sin ir más lejos, los artículos de Manrique y Ruiz, publicados con el escaso margen de una semana.
Les dejo los enlaces de ambos textos, para que gusten y comparen:
-Julián Ruiz: "El cantante que inventó el soul". (http://www.plasticosydecibelios.es/sam-cooke-el-cantante-que-invento-el-soul/)

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