"Hay días en que valdría más no salir de la cama", dice Nacho Vegas en una de sus canciones ('Días extraños' - El tiempo de las cerezas). Y lo digo yo hoy, 14 de febrero, en el que se deben escuchar palabras tan surrealistas, declaraciones de amor tan impostadas, tan de película de serie b, que o bien te provocan risa, o bien te noquean para cuatro semanas, dejando una resaca difícil de superar. Una de esas absurdas dedicatorias románticas la he leído esta mañana en Internet: una chica le abría su corazón y su cerebro vacío a su chico ('Sid') diciéndole que quería ser su 'Nancy' y morir por él. Para los que tengan la suerte de no saberlo, habría que aclarar que esta adolescente se refería a Sid Vicious, bajista de los Sex Pistols, y Nancy Spungen, su groupie, considerados como los Romeo y Julieta del punk. Con perdón de Shakespeare.
Lo malo de estas confesiones de amor no son las personas, sino el crimen que se comete a la literatura. Hay quienes buscan metáforas de Bécquer y quienes se miran en el espejo del rock, en el manido "vive deprisa", tomando los ejemplos de personajes tan inefables como Sid Vicious, que, por no saber, no sabía ni tocar la guitarra, según cuentan algunos "compañeros". Jon Savage relata en England´s dreaming, la biografía de los Pistols, que Steve Jones tuvo que suplirlo en el estudio y que en varios conciertos se le apagaba deliberadamente el amplificador para que no fuera escuchado por nadie. Al parecer, se defendía medianamente en temas de tres acordes.
Tampoco era un genio Sid para la poesía. Tras la muerte de Nancy (según algunas versiones, asesinada por el propio guitarrista, tras una noche de desenfreno y drogas), éste le escribió unos versos que pronto aparecerán en los libros de texto de la ESO:
"Tu fuiste mi pequeña bebita,
y yo conocí todos tus miedos.
Busco la alegría abrazándote con mis brazos
y besando tus lágrimas.
Pero ahora te has ido.
Sólo hay dolor
y nada que yo pueda hacer.
Y yo no quiero vivir esta vida
si no puedo vivirla por ti.
A mi bebita, nuestro amor nunca morirá".
Qué le vamos a hacer. Es el día de las cerezas y yo ya me he levantado de la cama.
Lo malo de estas confesiones de amor no son las personas, sino el crimen que se comete a la literatura. Hay quienes buscan metáforas de Bécquer y quienes se miran en el espejo del rock, en el manido "vive deprisa", tomando los ejemplos de personajes tan inefables como Sid Vicious, que, por no saber, no sabía ni tocar la guitarra, según cuentan algunos "compañeros". Jon Savage relata en England´s dreaming, la biografía de los Pistols, que Steve Jones tuvo que suplirlo en el estudio y que en varios conciertos se le apagaba deliberadamente el amplificador para que no fuera escuchado por nadie. Al parecer, se defendía medianamente en temas de tres acordes.
Tampoco era un genio Sid para la poesía. Tras la muerte de Nancy (según algunas versiones, asesinada por el propio guitarrista, tras una noche de desenfreno y drogas), éste le escribió unos versos que pronto aparecerán en los libros de texto de la ESO:
"Tu fuiste mi pequeña bebita,
y yo conocí todos tus miedos.
Busco la alegría abrazándote con mis brazos
y besando tus lágrimas.
Pero ahora te has ido.
Sólo hay dolor
y nada que yo pueda hacer.
Y yo no quiero vivir esta vida
si no puedo vivirla por ti.
A mi bebita, nuestro amor nunca morirá".
Qué le vamos a hacer. Es el día de las cerezas y yo ya me he levantado de la cama.
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