Por primera vez en trece años, no voy a asistir al Festival Territorios de Sevilla. Simplemente, no me atrae ningún concierto. Lo que tiempo atrás se inició como una ilusionante aventura de música heterogénea, independiente y, por momentos, especializada, ha caído en tierra de nadie, con la programación de un cartel muy humilde, que, sin duda, le va a pasar factura para las próximas ediciones. Ya el año pasado, por estas fechas, le dedicaba un artículo al asunto, cuando los efectos de la crisis no hacían resentir con tanta crudeza a los ayuntamientos y a las propuestas culturales. Decía entonces que Territorios marchaba sin rumbo, con una media estocada. De la muerte súbita le salvó Wilco, el mejor grupo que ha pasado no sólo por el festival, sino por la ciudad de Sevilla en muchos años. Y ahora, en este mayo caluroso que acaba, la estocada se ha convertido en puntilla, por utilizar un símil tan grotesco como la propia "fiesta" de los toros.
Comentaba también, hace doce meses, que Sevilla se merecía una programación cultural que fuera más allá de la Cuaresma, del barroco y los tópicos que han dejado ya de engatusar al turista de calcetín blanco. Quizás, para eso se necesiten políticos con una perspectiva crítica (complicado asunto), dispuestos a replantearse los modelos establecidos y a creer en los propios ciudadanos. Con el Festival Territorios, y con otros eventos como el recientemente desaparecido ciclo de Pop-Rock en el Central, Sevilla ha puesto de manifiesto que está ávida de otras actividades. Los conciertos en plazas, en espacios públicos, funcionaron hasta que a alguien se le ocurrió la funesta idea de encerrarlos en salas y ponerles precios elevados. Al final, ni hubo beneficio económico ni se proyectó el cartel a más altura. Desde entonces, poco a poco, años tras año, el nivel de Territorios fue descendiendo hasta llegar al límite preocupante de este año.
Lo siento por los seguidores de Los Planetas o de Public Enemy, pero éstos no me parecen grupos con el suficiente caché para atraer a un público numeroso. Guste o no, la alternativa pasa por incluir un gancho más "comercial". O apelar al milagro de contratar a músicos de la categoría de Wilco, como ocurrió el año pasado. Hay que ser conscientes de que la crisis económica afecta a la cultura con más intensidad que a otros sectores y que, por ello, se necesitan ideas más atractivas. A la hora de las vacas flacas, lo primero que se recortan son las ayudas a conciertos y festivales, como si éstos fueran los principales culpables del despilfarro de los consistorios. Por eso, el Festival Territorios y su director, Juan Antonio Pedrosa, tienen ahora la heroica misión de sobrevivir con lo puesto. Esperemos que la tragedia, tan del gusto sevillano, no se consume y que ese toro se zafe del descabello.
Comentaba también, hace doce meses, que Sevilla se merecía una programación cultural que fuera más allá de la Cuaresma, del barroco y los tópicos que han dejado ya de engatusar al turista de calcetín blanco. Quizás, para eso se necesiten políticos con una perspectiva crítica (complicado asunto), dispuestos a replantearse los modelos establecidos y a creer en los propios ciudadanos. Con el Festival Territorios, y con otros eventos como el recientemente desaparecido ciclo de Pop-Rock en el Central, Sevilla ha puesto de manifiesto que está ávida de otras actividades. Los conciertos en plazas, en espacios públicos, funcionaron hasta que a alguien se le ocurrió la funesta idea de encerrarlos en salas y ponerles precios elevados. Al final, ni hubo beneficio económico ni se proyectó el cartel a más altura. Desde entonces, poco a poco, años tras año, el nivel de Territorios fue descendiendo hasta llegar al límite preocupante de este año.
Lo siento por los seguidores de Los Planetas o de Public Enemy, pero éstos no me parecen grupos con el suficiente caché para atraer a un público numeroso. Guste o no, la alternativa pasa por incluir un gancho más "comercial". O apelar al milagro de contratar a músicos de la categoría de Wilco, como ocurrió el año pasado. Hay que ser conscientes de que la crisis económica afecta a la cultura con más intensidad que a otros sectores y que, por ello, se necesitan ideas más atractivas. A la hora de las vacas flacas, lo primero que se recortan son las ayudas a conciertos y festivales, como si éstos fueran los principales culpables del despilfarro de los consistorios. Por eso, el Festival Territorios y su director, Juan Antonio Pedrosa, tienen ahora la heroica misión de sobrevivir con lo puesto. Esperemos que la tragedia, tan del gusto sevillano, no se consume y que ese toro se zafe del descabello.
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