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Comentaba también, hace doce meses, que Sevilla se merecía una programación cultural que fuera más allá de la Cuaresma, del barroco y los tópicos que han dejado ya de engatusar al turista de calcetín blanco. Quizás, para eso se necesiten políticos con una perspectiva crítica (complicado asunto), dispuestos a replantearse los modelos establecidos y a creer en los propios ciudadanos. Con el Festival Territorios, y con otros eventos como el recientemente desaparecido ciclo de Pop-Rock en el Central, Sevilla ha puesto de manifiesto que está ávida de otras actividades. Los conciertos en plazas, en espacios públicos, funcionaron hasta que a alguien se le ocurrió la funesta idea de encerrarlos en salas y ponerles precios elevados. Al final, ni hubo beneficio económico ni se proyectó el cartel a más altura. Desde entonces, poco a poco, años tras año, el nivel de Territorios fue descendiendo hasta llegar al límite preocupante de este año.
Lo siento por los seguidores de Los Planetas o de Public Enemy, pero éstos no me parecen grupos con el suficiente caché para atraer a un público numeroso. Guste o no, la alternativa pasa por incluir un gancho más "comercial". O apelar al milagro de contratar a músicos de la categoría de Wilco, como ocurrió el año pasado. Hay que ser conscientes de que la crisis económica afecta a la cultura con más intensidad que a otros sectores y que, por ello, se necesitan ideas más atractivas. A la hora de las vacas flacas, lo primero que se recortan son las ayudas a conciertos y festivales, como si éstos fueran los principales culpables del despilfarro de los consistorios. Por eso, el Festival Territorios y su director, Juan Antonio Pedrosa, tienen ahora la heroica misión de sobrevivir con lo puesto. Esperemos que la tragedia, tan del gusto sevillano, no se consume y que ese toro se zafe del descabello.
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