
martes, 29 de junio de 2010
Einmal ist keinmal

miércoles, 23 de junio de 2010
'This is it', éste es el profesional

Sorprende ver, después de tanto rumor y noticia malintencionada, al cantante en buena forma: débil en apariencia, flaco hasta los huesos, pero activo e irradiando una energía contagiante. Son hermosos los gestos y las palabras que les dedica a su cuerpo de baile, los mimos que hace a sus músicos y los ánimos que le dirige a su guitarrista principal, la joven y rubísima Orianthi Panagaris, para que ésta se luzca en los solos y llegue lo más alto posible en las notas finales del 'Black or white'. Michael Jackson, a diferencia de lo que podría esperarse, no se exhibe en este reportaje. Parece, más bien, espiado por las cámaras, seguido con sigilo en las pruebas de sonido y en las coreografías. Y probablemente, por eso mismo, por esa intimidad de los ensayos, se muestra en toda su esencia, sin alardes de estrella del pop, ni poses de cara a la galería. Sin querer forzar, canta emocionado 'I just can´t stop loving you' a plena voz, con el respaldo de la vocalista Judith Hill. Una vez termina el tema, pide, entre risas, que no le fuercen. "Esto es sólo un calentamiento", dice. Cuando lo que realmente acabas de ver es un directo alucinante, que más quisiera tener más de un intérprete en su momento de máxima plenitud.
This is it me ha devuelto una imagen emocionante del Michael Jackson artista, después de tanta costra y tanta carroña acumulada sobre su figura. Es el retrato del profesional que no prevalecerá, pero que, a buen seguro, guardarán muchos seguidores de su música.
miércoles, 16 de junio de 2010
"Voz del pueblo, voz del cielo", por Fernando Quiñones
Uno, que se pasa el vivir entre el verso y la prosa, que respira el flamenco y que lo ha investigado un poco, que aun –dicen– hasta puede sugerir algunos cantes arduos, no ha sido capaz de urdir para ellos una letrilla medio usadera y, todo parece indicarlo, ya no lo va a ser nunca. He aquí las expresiones y los giros, sí; ésta es la medida; éstos, los temas. Pero, después, misteriosamente, el intérprete no se halla cómodo con las palabras concertadas que incluso le gustaron antes de empezar a cantarlas. Inútil eludir el culteranismo, buscar el tic popular o la encantadora incorrección literal: el “cantaor”, que es quien manda, no logra a la postre integrar los versos nuevos con las músicas viejas. Creo que se trata de un fenómeno mucho más español que hispanoamericano; yéndonos sólo a la Argentina, creo que Dávalos o bien Borges o Sábato, puros hombres de letras, pueden atinar, como muchos otros, con la voz del pueblo y que el pueblo incluso puede llegar a cantarlos, cosa que entre nosotros, españoles, es una verdadera excepción. Contra una idea tan extendida como errónea, Federico García Lorca no lo consiguió; Manuel Machado lo rozó apenas...
“Voz del pueblo, voz del cielo”, asienta el sanluqueño cante de “mirabrás”: pero, en todo caso, de un cielo bien pegado a la tierra, bien distante también de los dilatados anaqueles de libros y de la máquina de escribir: trasminando un antiguo olor inocente a leche y a sangre, a terrón campesino y a salitre de barca. Ya he pensado muchas veces que, para lograr buenas letras de cante, hay que saber no escribir. Uno puede acercarse a ellas y eso es todo; sólo nos quedan, luego, el consuelo y el gozo de algo que nada tiene ya que ver: la especulación. El valor y el calor de los descubrimientos en los que ni repara quien canta. El adjetivo insustituible:
Acuérdate cuando entonces
bajabas descalza a abrirme
y ahora no me conoces.
(“Acuérdate... descalza a abrirme”, ¡qué emanación de entraña, de horas íntimas, voladas ya como se vuela todo!). O la emotividad de una reiteración verbal, tartamudeante, eficaz, absurda, espléndida y claro que casi imposible de aceptar por separado de su accidentada y patética melodía, la de la “siguiriya” gitana:
Hijo de mi alma,
de mi corazón,
como “te acuestas te acuestas llorando”
me acostaba yo.
¿Quién daría con ese hallazgo, sino el instinto y la pasión fundidos con una ignorancia en gracia que únicamente desconoce la gramática? ¿Y qué Unamuno o Pirandello anónimos entregó en tan breves términos este monólogo, que trasparenta al tiempo todo un pasado de amor y todo un futuro de soledad?
¿Qué quieres que tenga?
Que me han dicho que tu cuerpo
se lo va a llevar la tierra.
O esta graciosa y magistral elipsis:
Te lo dije que pasaba:
casita del jabonero,
el que no se cae, resbala.
No, no podríamos. No podríamos tramar la siguiente y descabellada asociación que surge de golpe en la garganta del cantaor, empujada por cándidos e inconcebibles etimologías y conceptos:
“Ca” vez que mientan a Francia
me acuerdo de tu presencia,
porque entre Francia y Francisca
no es grande la diferencia.
O bien:
“Sentaíto” en la escalera,
esperando el porvenir
pero el porvenir no llega.
Pulidas y siempre relucientes, como las piedras que el mar retira y devuelve, las letras del cantor del pueblo, que nada sabe, lo saben todo. Arjona salteño o Kalinka rusa, Old man Mose de Nueva Orleans o Llorona de Méjico, Percanta porteña, Amparo andaluza o Madame Doré de París o Venecia, están, por suerte, más allá y más acá de la literatura.
(Diario de Cádiz, 10 de marzo de 1967)
“Voz del pueblo, voz del cielo”, asienta el sanluqueño cante de “mirabrás”: pero, en todo caso, de un cielo bien pegado a la tierra, bien distante también de los dilatados anaqueles de libros y de la máquina de escribir: trasminando un antiguo olor inocente a leche y a sangre, a terrón campesino y a salitre de barca. Ya he pensado muchas veces que, para lograr buenas letras de cante, hay que saber no escribir. Uno puede acercarse a ellas y eso es todo; sólo nos quedan, luego, el consuelo y el gozo de algo que nada tiene ya que ver: la especulación. El valor y el calor de los descubrimientos en los que ni repara quien canta. El adjetivo insustituible:
Acuérdate cuando entonces
bajabas descalza a abrirme
y ahora no me conoces.
(“Acuérdate... descalza a abrirme”, ¡qué emanación de entraña, de horas íntimas, voladas ya como se vuela todo!). O la emotividad de una reiteración verbal, tartamudeante, eficaz, absurda, espléndida y claro que casi imposible de aceptar por separado de su accidentada y patética melodía, la de la “siguiriya” gitana:
Hijo de mi alma,
de mi corazón,
como “te acuestas te acuestas llorando”
me acostaba yo.
¿Quién daría con ese hallazgo, sino el instinto y la pasión fundidos con una ignorancia en gracia que únicamente desconoce la gramática? ¿Y qué Unamuno o Pirandello anónimos entregó en tan breves términos este monólogo, que trasparenta al tiempo todo un pasado de amor y todo un futuro de soledad?
¿Qué quieres que tenga?
Que me han dicho que tu cuerpo
se lo va a llevar la tierra.
O esta graciosa y magistral elipsis:
Te lo dije que pasaba:
casita del jabonero,
el que no se cae, resbala.
No, no podríamos. No podríamos tramar la siguiente y descabellada asociación que surge de golpe en la garganta del cantaor, empujada por cándidos e inconcebibles etimologías y conceptos:
“Ca” vez que mientan a Francia
me acuerdo de tu presencia,
porque entre Francia y Francisca
no es grande la diferencia.
O bien:
“Sentaíto” en la escalera,
esperando el porvenir
pero el porvenir no llega.
Pulidas y siempre relucientes, como las piedras que el mar retira y devuelve, las letras del cantor del pueblo, que nada sabe, lo saben todo. Arjona salteño o Kalinka rusa, Old man Mose de Nueva Orleans o Llorona de Méjico, Percanta porteña, Amparo andaluza o Madame Doré de París o Venecia, están, por suerte, más allá y más acá de la literatura.
(Diario de Cádiz, 10 de marzo de 1967)
sábado, 12 de junio de 2010
Poveda y Mariza: Federación Musical Ibérica

Probablemente, lo más positivo de esta celebración sea el nuevo acercamiento que se ha propiciado entre España y Portugal, y el deseo de que se firmen otros pactos para unir a los dos países. Proyectos como los del tren de alta velocidad entre Madrid y Lisboa, o la apuesta del portugués como segundo idioma en los institutos de secundaria andaluces, son ilusionantes y efectivos ejemplos de integración de dos pueblos que, a mi juicio, deberían ir siempre de la mano. En esto comparto plenamente la opinión de mi admirado Víctor Márquez, quien ha defendido desde hace décadas una política común ibérica. Una Federación o República, que aunara culturas hermanas. Como andevaleño y andaluz, Víctor Márquez dice sentirse más identificado con un vecino del Algarve o del Alentejo que con un señor del Pirineo oscense. Y lo mismo podrán decir extremeños, salmantinos o gallegos. Hay lazos familiares e intereses laborales que justificarían esa propuesta de Federación, sin que se considere una locura. Unidos seguramente nos enriqueceríamos más, dicho sea en todos los sentidos, y no sólo en el monetario.
Pues bien, a raíz de estos festejos por el ingreso en la Unión Europea, alguien ha tenido la feliz idea de organizar un concierto que integre las músicas españolas y portuguesas. En este caso, los intérpretes elegidos han sido Miguel Poveda y Mariza, la cantante de fado más popular en todo el mundo, una vez fallecida la gran Amalia Rodrigues. Con el acompañamiento de la Orquesta Nacional de España, los dos artistas actuarán en Madrid para hermanar flamenco y fado, dos géneros musicales propiciados por el "hado", por el destino curvo que deparan la vida, el amor y la muerte. De Poveda tengo la suerte de haber disfrutado de varios de sus directos, mientras que de Mariza conservo únicamente un disco que compré en un viaje a Lisboa, allá por el barrio de Alfama. Su título es Fado curvo (2003) y suena tan trémolo, tan emocionado, que no puedo más que recomendarlo para no viciar su contenido. Al unir las voces de Poveda y Mariza en un concierto, probablemente se confabulen también los versos de Alberti y Pessoa, de Gil de Biedma y Florbela Espanca. Con lo cual, el homenaje no estará formado sólo por coplas, sino por la poesía de ambos países. Gracias a Mariza y Poveda se hará música la utópica Federación Ibérica.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)