Hace un par de años, justo por estas fechas, visitaba el cementerio parisino del Père Lachaise de la mano de la curiosidad y un cierto interés malsano. Dicho sea sin eufemismos: de la mano del morbo. Al igual que hacen miles de turistas cada año, compré un plano a las puertas del camposanto y me dediqué durante varias horas a buscar las tumbas de los personajes célebres que allí reposan no con demasiada paz. Visité, cómo no, los nichos de Abelardo y Eloísa, Chopin, Balzac, Delacroix, Edith Piaf, Stein, Molière, Wilde y otros muchos que ni siquiera recuerdo. Entre todos ellos, el que mejor se quedó grabado en mi memoria fue Jim Morrison, el líder de los Doors, cuyo tumba destacaba y desentonaba entre las demás. En primer lugar, por la cantidad de visitantes que la rodeaban y la fotografiaban, custodiados por un gendarme de rostro cansado; y en segundo lugar, por la forma poco convencional o poco clásica del monumento, exento de todo signo religioso y con un cubículo donde sus seguidores más kitsch lanzan todo lo que se pueda imaginar: desde flores y poemas hasta chustas de porros.
Me fui del Père Lachaise con un sabor agridulce -lógicamente, no visitaba el lugar más alegre del mundo-, fascinado por la armonía del lugar -un parque apacible para pasear y alejado del bullicio de París-, pero decepcionado por el espectáculo morboso, del que yo mismo participaba. Resultaba triste, al menos para mí, observar cómo la tumba de una persona, su recuerdo físico -aunque sea en piedra-, puede llegar a trivializarse y convertirse en un fetiche más para consumir. Como un ídolo muerto, otro más, de la cultura de masas. Muerto cuando sólo contaba 27 años, por el exceso de las drogas y el alcohol.
El de Jim Morrison es un caso paradigmático de ese estúpido cliché del rock, del vivir deprisa y dejar un cadáver bonito. Y es, además, el caso más conocido y recurrente del famoso "club de los 27", ese grupo de músicos que han fallecido justo a esa edad, cuando estaban en el apogeo de su popularidad. Jimi Hendrix, Janis Joplin o Kurt Cobain murieron, curiosamente, a los 27 años, por causas parecidas, casi siempre relacionadas con algún tipo de adicción o arrebato de locura. Una mera coincidencia que se ha convertido en un motivo más de superstición para el mundillo de la música, e incluso en objeto de estudio -como si el tema tuviera peso suficiente para dedicarle una tesis doctoral-. Ya se lo dijo Joselito el Gallo a Ortega y Gasset: "Hay gente pa tó".
Lo crudo de este asunto no es el dedicar una visita o un estudio a estas estrellas del rock, sino el convertirlos en objeto de culto, como hacen miles de fanáticos, que ven en éstos modelos a seguir, no siendo siempre sus dotes musicales lo más importante. Lo que interesa es todo lo que rodeó sus biografías, lo que se vende como transgresión y genialidad, cuando realmente no hay más que imbecilidad o la frustración de unas vidas desperdiciadas. Interesan y hasta crean complicidad frases como las de Brian Jones, también fallecido a los 27 años: "Sí, quiero ser famoso. Y no, no quiero cumplir treinta años". Cita que ha pasado a la posteridad serigrafiada en camisetas y gorras -vaya honor-.
Una vez más se podría aplicar aquí la moraleja de valorar la obra y no al autor. Algo remotamente posible; mucho menos teniendo en cuenta a los personajes citados. No hace falta cuestionarse si esos artistas serían hoy igualmente admirados si continuaran vivos. Quizás, sus estrellas se hubieran apagado con el tiempo, a medida que envejecían. O quizás hubieran brillado aún más, con la cabeza asentada y libres del destino marcado.
(Por cierto, hoy cumplí 28. Ya no seré un "mito" del rock and roll).
FELICIDADES CAMPEÓN
ResponderEliminarGracias, no ha sido merito mío.
ResponderEliminarajjajaj siempre me he preguntado lo mismo.... de echo buscando la respuesta llegue aki me parece interesante tu manera de pensar yo tb a no fui historia pero antes de llegar a los 27 me preg. que pasaba en la vida de uno a esa edad.. lamento de corazon k kurt ya no este aqui aquellos tº ya 15 años paso a ser historia... un abrazo, nos vemos...
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