lunes, 6 de julio de 2009

Morir a los 27

Hace un par de años, justo por estas fechas, visitaba el cementerio parisino del Père Lachaise de la mano de la curiosidad y un cierto interés malsano. Dicho sea sin eufemismos: de la mano del morbo. Al igual que hacen miles de turistas cada año, compré un plano a las puertas del camposanto y me dediqué durante varias horas a buscar las tumbas de los personajes célebres que allí reposan no con demasiada paz. Visité, cómo no, los nichos de Abelardo y Eloísa, Chopin, Balzac, Delacroix, Edith Piaf, Stein, Molière, Wilde y otros muchos que ni siquiera recuerdo. Entre todos ellos, el que mejor se quedó grabado en mi memoria fue Jim Morrison, el líder de los Doors, cuyo tumba destacaba y desentonaba entre las demás. En primer lugar, por la cantidad de visitantes que la rodeaban y la fotografiaban, custodiados por un gendarme de rostro cansado; y en segundo lugar, por la forma poco convencional o poco clásica del monumento, exento de todo signo religioso y con un cubículo donde sus seguidores más kitsch lanzan todo lo que se pueda imaginar: desde flores y poemas hasta chustas de porros.
Me fui del Père Lachaise con un sabor agridulce -lógicamente, no visitaba el lugar más alegre del mundo-, fascinado por la armonía del lugar -un parque apacible para pasear y alejado del bullicio de París-, pero decepcionado por el espectáculo morboso, del que yo mismo participaba. Resultaba triste, al menos para mí, observar cómo la tumba de una persona, su recuerdo físico -aunque sea en piedra-, puede llegar a trivializarse y convertirse en un fetiche más para consumir. Como un ídolo muerto, otro más, de la cultura de masas. Muerto cuando sólo contaba 27 años, por el exceso de las drogas y el alcohol.
El de Jim Morrison es un caso paradigmático de ese estúpido cliché del rock, del vivir deprisa y dejar un cadáver bonito. Y es, además, el caso más conocido y recurrente del famoso "club de los 27", ese grupo de músicos que han fallecido justo a esa edad, cuando estaban en el apogeo de su popularidad. Jimi Hendrix, Janis Joplin o Kurt Cobain murieron, curiosamente, a los 27 años, por causas parecidas, casi siempre relacionadas con algún tipo de adicción o arrebato de locura. Una mera coincidencia que se ha convertido en un motivo más de superstición para el mundillo de la música, e incluso en objeto de estudio -como si el tema tuviera peso suficiente para dedicarle una tesis doctoral-. Ya se lo dijo Joselito el Gallo a Ortega y Gasset: "Hay gente pa tó".
Lo crudo de este asunto no es el dedicar una visita o un estudio a estas estrellas del rock, sino el convertirlos en objeto de culto, como hacen miles de fanáticos, que ven en éstos modelos a seguir, no siendo siempre sus dotes musicales lo más importante. Lo que interesa es todo lo que rodeó sus biografías, lo que se vende como transgresión y genialidad, cuando realmente no hay más que imbecilidad o la frustración de unas vidas desperdiciadas. Interesan y hasta crean complicidad frases como las de Brian Jones, también fallecido a los 27 años: "Sí, quiero ser famoso. Y no, no quiero cumplir treinta años". Cita que ha pasado a la posteridad serigrafiada en camisetas y gorras -vaya honor-.
Una vez más se podría aplicar aquí la moraleja de valorar la obra y no al autor. Algo remotamente posible; mucho menos teniendo en cuenta a los personajes citados. No hace falta cuestionarse si esos artistas serían hoy igualmente admirados si continuaran vivos. Quizás, sus estrellas se hubieran apagado con el tiempo, a medida que envejecían. O quizás hubieran brillado aún más, con la cabeza asentada y libres del destino marcado.
(Por cierto, hoy cumplí 28. Ya no seré un "mito" del rock and roll).

3 comentarios:

  1. FELICIDADES CAMPEÓN

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  2. ajjajaj siempre me he preguntado lo mismo.... de echo buscando la respuesta llegue aki me parece interesante tu manera de pensar yo tb a no fui historia pero antes de llegar a los 27 me preg. que pasaba en la vida de uno a esa edad.. lamento de corazon k kurt ya no este aqui aquellos tº ya 15 años paso a ser historia... un abrazo, nos vemos...

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